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15 de septiembre de 2011

La suma de las partes (Novela – extractos)

por LasMalasJuntas

Pedro Rangel Mora (Venezuela)

Las Reglas de Oro del Asesino

Sed listos como las serpientes
y suaves como las palomas.
San Ignacio de Loyola.

1-Determine claramente quién será la víctima (no haga nada si puede ser usted. Matar a otro es mucho más divertido y emocionante).

2-Valore si merece gastar una bala en ese ciudadano o ciudadana.

3-Mate solo, así nadie lo traicionará. Jamás dé su nombre y señas reales si trabaja con otros, o en el proceso del magno acontecimiento. Mate en privado, en una casa lejana, abandonada si es posible.

4-No mencione al elegido. No mencione el odio, el deseo de matar, ni a sí mismo.

5-Sepa todo sobre la víctima: gustos, costumbres, vicios, rutinas diarias, amantes, direcciones, y sobre todo qué tiene en la cabeza que vaciará el plomo.

6-Manténgase, en lo posible, lejos de la esfera social y laboral del futuro ángel, fantasma, nada (según sus creencias). Si lo encuentra por casualidad, sea simpático.

7-Elimine previamente todo sentimentalismo, culpa o alegría (no cante victoria), antes de ejecutar el acto supremo.

8-Si no logra vencer el miedo, hágalo a través de un sicario, pero tome precauciones, contrátelo indirectamente, por carta, por teléfono, etc.

9-Conozca a la perfección las características y el uso del arma: sea intriga, revolver, puñal, alambre, veneno, bomba, persona, etc.

10-Sorprenda: actúe el día, hora y lugar menos esperado. No falle.

11-Conozca la escena del crimen por ejecutar como la palma de su mano, así como todas las rutas de acceso.

12-Organice la huida con alternativas y distintas formas de trasporte. Nunca use su vehículo.

13-Ensaye mental y físicamente el homicidio hasta que pueda realizarlo con los ojos vendados.

14-Esté seguro, no dude sobre la ejecución del acto y sus consecuencias (lea  abajo los Fundamentos  prácticos y éticos del homicidio).

15-Imagine todas las posibilidades de hechos que perturben o modifiquen el acto divino (víctima armada, guardaespaldas, alarmas, ataques de risa). Anticipe cómo reaccionar ante eventos inesperados.

16-Tenga siempre un plan B.

17-Actúe sólo cuando esté completamente planeada y organizada la ejecución del crimen.

18-Use guantes y ropa para el caso, no deje rastros o huellas: dedos, manos, piel, efluvios de glándulas sudoríparas, sangre propia (ADN), objetos, partículas, pisadas.

19-Sólo se permiten emociones en el instante de matar, pero antes y después el matador debe ser sólo razón.

20-Dese el gusto de matar con la propia mano y no estar presente, para las autoridades, en el momento del homicidio (organice su coartada).

21-Haga que el crimen parezca de otro plantando evidencia (esposa celosa o en celo, asaltante, socio).

22-Queme y desaparezca ropa, zapatos, armas, herramientas usadas. Queme fotos, cartas y todo lo que lo relacione con la víctima antes y después del crimen.

23-Si es posible, planee cómo sacar y desaparecer el cadáver. Diluirlo en ácidos es el procedimiento más eficiente, pues borra todo rastro o forma de identificación.

24-Desaparezca todo rastro de los ácidos y sus recipientes.

25-No vuelva nunca al lugar del crimen.

26-Jamás comente su epopeya (ni a su hermano del alma, menos a su cónyuge).

27-Oculte dinero.

28-Ensaye una versión coherente de su coartada hablando lo menos posible, previendo todas las alternativas lógicas en un interrogatorio policial.

29-Tenga un escondite ajeno a sus lugares habituales, preferiblemente lejos. No salga si lo buscan.

30-Organice la manera de establecer puentes secretos con policías, fiscales, jueces, políticos en el poder, etc.

31-Si es arrestado, use su derecho constitucional a guardar silencio. Prepare la declaración con su abogado.

32-Resígnese a la cárcel si no hay alternativa.

33-Cuando cumpla su condena, vuelva a repetir el ciclo desde el numeral 1. Esa vez, le aseguro, será infalible.

FUNDAMENTOS PRACTICOS Y ÉTICOS DE HOMICIDIO

”No hay cosa como la muerte para mejorar la gente” (de un verso de J. L. Borges).

Toda persona tiene culpas sobre sus hombros, al ser asesinado paga, se hace justicia.

El homicidio es una forma de control de la naturaleza.

Matar no es más que un acto entre millones de actos semejantes. El sol sigue saliendo cada mañana.

Una persona asesinada no es más que un depredador menos.

Toda persona no es más que una redundancia, una cacofonía infinita, una célula más entre miles de millones de células del cuerpo del mundo.

Nadie es imprescindible.

Matar protege el ambiente. Cada persona produce veinte kilos de desechos diarios.

Matar es el arte superior. El hombre se realiza a través del arte.

El fin siempre justifica los medios. No hay mayor satisfacción que el logro alcanzado.

Nada causa tantas emociones, tanta felicidad y satisfacción, como un asesinato bellamente ejecutado.

El homicidio es un evento que conmociona positivamente a la familia y los amigos de la víctima. El roce con la muerte los hace sentir vivos, les despierta inquietudes, sentimientos nobles. El cerebro pasa a operar a su máxima capacidad. Hacen preguntas, especulan sobre el culpable y las razones del crimen, cuestionan la existencia y las reglas del juego social, especulan sobre el plan divino, dejan de ser una oveja del rebaño. O bien, les hace comprender las esencias de la existencia, de la condición humana.

El crimen es la industria más floreciente de la tierra, cumple una función social y económica imprescindible. Crea una estructura gigantesca: fabricas de armamentos, tribunales, cuerpos policiales, cárceles, despachos de abogados, funerarias, oficinas forenses; vende periódicos, libros, películas, medicinas, da trabajo a sacerdotes, médicos, policías, jueces, fiscales, periodistas, escritores, enterradores, profesores, etc.

Nada ha desarrollado el hombre con más eficiencia que el arte de matar. Desde el comienzo de los tiempos hasta hoy, en todos los continentes y culturas, el hombre ha creado instrumentos de muerte cada día más sofisticados, eficientes y masivos. El país, los países más desarrollados, más poderosos hoy, son aquellos que han creado las armas más destructivas. Nadie ha matado más y mejor en la historia de la humanidad que los gobernantes de estos países en nombre de la civilización.

La inversión en la investigación para el desarrollo de armas produce avances científicos que benefician colateralmente a la medicina, la ingeniería, y demás ciencias altruistas.

El asesinato es el elemento más significativo de la cultura predominante. Todas las formas de arte, los medios de comunicación, las religiones, los gobiernos, todos, difunden la cultura de la muerte.

Matar es el poder superior. No hay forma de dominación más absoluta que el homicidio.

El asesino es un ser humano. Se deshumaniza a los asesinos en las ficciones, se los hace monstruosos, distintos, con la vana ilusión de que no parezcan humanos, para negar lo evidente: todos somos asesinos en potencia.

Todos llevamos un asesino entre pecho y espalda.

Puede ofrendarle el crimen a su dios, pero si le estorba, mátelo. Resucítelo si luego necesita consuelo, perdón, etc.

Matar es el placer máximo, es un rito extraordinario y conmovedor.

Dios es el que mata. Somos dios cuando matamos.

(Recuerde siempre: Matar es un acto que debe ejecutarse bellamente).

§

Extractos de La suma de las partes, novela policial de Pedro Rangel Mora

Leer más desde Novela, Vol. 10

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